Podar el árbol social hasta la muerte? NO
Para que el árbol desarrolle más altura y eleve sus nutrientes y fuerza en toda la posibilidad de su especie, así las raíces se van hacia abajo y no se levantan las veredas y las baldosas (que tan caro cuesta colocarlas). Para que entre a la vereda la luz de los faroles de la calle y no se quede arriba oculta sin cumplir su finalidad: iluminarnos. Los transeúntes las necesitan para caminar de noche, es y da seguridad. Para que el árbol social nos beneficie, debemos darle el tratamiento social que se debe: consideración, respeto y amor a su naturaleza, es muy poquito digamos...
Hoy cualquier operario que jamas recibió un simple curso de poda, lo hace y lo hace mal. Hace su trabajo a costa de nuestras vidas y la del árbol, ¡claro! Los árboles hablan de nosotros como sociedad, lo que nos pasa como cuerpo social, si hay gobiernos con represión se los corta y maltrata salvajemente, (recordar) se los quema también. Si no hay represión pero sí dejadez y desorden hay indolencia en la sociedad, se los abandona para que al primer temporal se produzcan accidentes. Ellos, viven con nosotros y no en el monte. Después, la cuadrilla con ferocidad los arranca a estos queridos centenarios, sin repararlos, si la sociedad es ordenada se pueden ver como en Barcelona, Madrid, París y otras ciudades europeas, llenas de arboles que están correctamente podados y da verdadero gusto. Por lo menos, nuestros electos gobernantes todos, deberían copiar las buenas cosas de países a donde ellos mismos viajan con nuestros dinerillos.
Los árboles permiten sentarse a su pie, a los jóvenes y amigos, familias a estudiar, a tomar mate, a decirse cuanto se aman, a los mayores a descansar en sombra y abrigo y reflexionar. A los ancianos a recordar, a llevar a sus nietos. Abramos los pulmones que nos dan oxígeno, no envenenemos más con el cigarrillo de la ignorancia y la ignominia, digamosle adiós al mal trato social y gubernamental. De sus podas ordenadas y prudentes se pueden obtener, aserrín para hacer láminas aglomeradas, de sus ramas se pueden replantar, obtener leña, con el producido se paga a los obreros especializados en poda, e insumos necesarios para realizar la tarea, se pueden formar cooperativas de trabajo de 5 meses de abril-mayo a agosto y darle trabajo a los jardineros que capacita la escuela de la ciudad y otros. Y es tan bella la ciudad con árboles. Solo me pregunto ¿por qué? Porque no podemos ser normales en este país. Un árbol es nuestra historia, como aquel centenario árbol ciprés que acompañó mi niñez y mi adolescencia y estaba ubicado en la calle Del pecado en Av. Belgrano y B. de Yrigoyen, (donde estuvo la primer Plaza de toros) y ya no está más como tantos otros. Veo azorado desaparecer, morir en toda la ciudad, sin poder hacer nada, cuánta tristeza y cuánta impotencia. Apelo a la solidaridad de hacer un ley puntual sin ambigüedades y reglamentarla sin trampas, para que - el árbol social de - nuestra querida y maltratada ciudad de Buenos Aires, nave de nuestro corazones, con razones y sin razones.
Al decir de la memorable Eladia Blázquez "Te declaro Buenos Aires mi ciudad....".
Sr. Jefe de Gobierno: ¿Aún le queda sensibilidad, sensatez, prudencia? ¿O "los intereses creados" de Jacinto Benavente le han ido cambiando a un uso discrecional del poder publico que a Ud. se le ha concedido por el voto democrático? Será predicar en el desierto o deberé morir como Cristo en el intento? Atte. Don Segundo Sombra